Manuel Rodriguez constructor de guitarras

LAS GUITARRAS MANUEL RODRIGUEZ NOS OFRECEN UNA EXCELENTE CALIDAD A UN PRECIO MUY VENTAJOSO. TODO ELLO GRACIAS A LA LARGA TRAYECTORIA DE LA FAMILIA Y AL TRABAJO Y SACRIFICIO DEL ACTUAL PROPIETARIO DEL TALLER.

Este articulo de la Familia desde 1905 que describe el sacrificio y tenacidad de llevar su negocio de guitarras con muy pocos medios y con esperanza y fe.

Luthier: Manuel Rodriguez III y Familia

 Manuel Rodríguez and Sons. ¡Va por ustedes!

El abuelo trabajó en el mejor taller de Madrid. El padre, uno de los más reconocidos lutieres de España, se independizó, se instaló en EEUU y volvió. El hijo ha montado fábrica en España y en China. Con un legado de 105 años de excelencia en la fabricación de guitarras, todo es posible para la saga familiar Manuel Rodríguez.

“Hay vidas calladas e indiferentes, como el preludio semiaudible de una sinfonía romántica. Hay vidas pobladas y ruidosas, como el contrapunto saturado de una tocata barroca. Hay vidas agresivas e intensas, como el apogeo de una ópera clásica. Y hay vidas que abarcan todas las formas de sonido, que se derraman por el aire y por el suelo, que pueblan los espacios con afán conquistador, que inundan todo lo que encuentran a su paso, para esparcir belleza y bondad. Ese fue el tipo de composición de la vida de don Manuel Rodríguez. Ese fue el alcance de la partitura de su existencia”. Óscar Arias, ex presidente de la República de Costa Rica, iniciaba así su carta de pésame a la familia al conocer la noticia del fallecimiento en 2009 de Manuel Rodríguez padre, cuyo cuarto de lutier se mantiene incólume en las instalaciones que ocupa actualmente esta empresa, con una historia digna del calificativo de epopeya.

Preludio: a capriccio

Arranquemos a finales del siglo XIX en San Fernando, Cádiz, tierra de nacimiento del primer lutier de la saga familiar, Manuel Rodríguez Pérez, precursor y abuelo del actual gerente de la empresa. Su padre, Manuel Rodríguez Marequi, había aprendido el oficio de la guitarra por afición. El naufragio de una fragata alemana anegó el negocio familiar, una freiduría de pescado, y el bisabuelo del actual gerente retomó su virtuosismo a la guitarra flamenca y tocó en prestigiosos cafés en Andalucía, en Madrid y en locales de ciertas capitales europeas.

“Mi abuelo se fue a Madrid, la escuela más antigua del mundo de la guitarra clásica”, incide el actual Manuel Rodríguez en su fábrica de Esquivias (Toledo). “Quien quiere comprar una guitarra clásica de alta calidad va a Madrid o a Granada”. Manuel Rodríguez Pérez entra a trabajar en 1905 como aprendiz en la casa Agustín de Andrés en la capital y en 1908, cuando la familia se traslada a París, lo hace en el taller de Julián Gómez hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, año que marca el regreso de la familia a la Villa y Corte.

A su vuelta, se emplea como barnizador, primero en el taller de José Ramírez y luego en otros talleres hasta los años de la Guerra Civil, a cuyo término Manuel Rodríguez Pérez regresa con su mujer y sus hijos a su apartamento de la calle Ministriles en Madrid y vuelve al taller de José Ramírez como barnizador, y su hijo, conocido en la historia de los lutieres en España como Manuel Rodríguez II, se inicia como aprendiz a los 13 años de edad. Poco después, este instala su propio banco de trabajo en casa, donde hace composturas para amigos. La primera guitarra que firmó y etiquetó, en 1945, a la edad de 19 años, era de flamenco. La calidad consigue que su nombre empiece a sonar.

Primer movimiento: andante sostenuto

En 1955, Manuel Rodríguez II monta en Madrid su propio taller en la calle Ministriles, pero en 1957 se traslada a la calle Jesús y María. Sus guitarras se vendían en Francia, el Reino Unido y EEUU. En 1959, un año después del fallecimiento de su padre, “Theodore Norman -profesor de guitarra de la Universidad de California-Los Ángeles (UCLA) y discípulo de Andrés Segovia- se asomó al taller”, recuerda con entusiasmada mirada Manuel Rodríguez hijo. Lo animó a irse a EEUU, pues había mucha demanda de guitarra española. “Mi padre veía que no había futuro en España. Sin saber nada de inglés, se casó con mi madre y emigraron ambos”. A su llegada ya tenía encargos. El primer taller estaba en el Willhire Boulevard de Los Ángeles, en una vivienda cedida por Mr Brown, dueño de la Brown Violin Shop y aval para su entrada en el país. Al poco tiempo, trasladaron el taller a North Highland Avenue en Hollywood y, tras el anuncio de la demolición forzosa del edificio, este terminó ubicado en su propio hogar, el 8410 de West Third Street.

“Mi padre cubría básicamente el mercado local, aunque exportaba algo a Alemania. Hacía guitarras para actores de Hollywood, músicos, doctores… Había mucha demanda”. Fueron los años de mayor popularidad. El taller trabajaba siempre por encargo.

A principios de los sesenta, el propio Theodore Norman le plantea si es posible mejorar la afinación de la guitarra. Manuel Rodríguez II presta atención al problema y le da una solución técnica satisfactoria: nace el puente movible, gran innovación que marca sus guitarras desde entonces. El mismo Andrés Segovia, encantado con la innovación, le da gran difusión entre los concertistas de guitarra.

También durante los años sesenta del pasado siglo llega la competencia japonesa, que invade poco a poco el mercado estadounidense con logradas imitaciones de guitarra española a buen precio. A cambio, esta oferta japonesa contribuyó a dar difusión a la guitarra en otras regiones del mundo donde hasta entonces era desconocida. “En el año 70, la competencia japonesa arrasó en EEUU y no teníamos ventas”, reconoce Manuel Rodríguez hijo. En abril de 1973, su padre cierra el taller para regresar a Madrid, donde monta otro pequeñito en la calle Hortaleza.

“Al volver a España, fortalecimos más el mercado europeo, aunque fue duro porque los japoneses también estaban aquí”. En 1982, con la ayuda del ICEX, los 10 lutieres de la Escuela de Madrid se unen para exponer juntos en la feria Musikmesse, en Fráncfort. La idea era “unirnos todos bajo la bandera española frente a la guitarra japonesa. Montamos un stand de 100 m2. Eso fue un choque para el mercado”. Tras esta feria, Manuel Rodríguez hijo, nacido en 1963, también lutier, contagiado desde pequeño por el afán emprendedor de sus padres y cuyo fluido y nativo español no logra esconder la rapidez y el deje en el habla de su origen californiano, viaja a Londres con una de sus guitarras artesanales como muestra, busca trabajo en un hotel de lujo y visita a potenciales clientes: guitarristas, tiendas y academias. Vende algunas unidades y recibe encargos de guitarras de precio medio. Así, el joven lutier decide crear una línea comercial de guitarras artesanas económicas, que le proveen tres fabricantes valencianos de confianza, bajo sus órdenes y especificaciones.

 

Segundo movimiento: cantabile y con moto

“Tuve que inventarme el tema del camión”. Adquiere una furgoneta Mercedes con capacidad para 500 guitarras con la idea de venderlas en ruta en Francia, el Reino Unido, Bélgica, los Países Bajos, Luxemburgo, Alemania y Suiza. “Los distribuidores estaban inflados de guitarras japonesas, no querían guitarras españolas. Tuve que ir directamente a las tiendas. Conocían la marca, lo que era la gran ventaja, y para ellas fue un gran acicate que un lutier de nuestro prestigio también vendiera guitarra económica”. Funcionó. La tienda se ahorraba el transporte y tenía el producto directamente. “Llevábamos todos los modelos para que el cliente probara las guitarras y pudiera adquirirlas en el momento. Lo hicimos siete años seguidos. Eran entre dos y tres meses de tour. Todavía hay clientes que se acuerdan del camión y de aquella manera de vender”. De esta manera tan personal, van conformando finalmente una red de distribuidores en Europa.

En 1986, Manuel Rodríguez hijo expone por primera vez en la feria NAMM Show en Anaheim (California). “Teníamos amistad con Clarence Leónidas Fender. Y, gracias a esta amistad, conocimos al CEO de Fender, y unimos fuerzas. Para nosotros es una satisfacción ser parte de la familia Fender, que distribuye nuestras guitarras en EEUU y Canadá”.

Por aquel entonces a Manuel Rodríguez hijo unos socios levantinos le ponen una guinda muy sabrosa delante: montar en Almansa (Albacete) una fábrica de guitarras con ellos. “Yo estaba ya cansado de tantos kilómetros en el camión y acepté. Ahí hice mi máster de montar fábricas. Yo era el gerente, tenía 25 años y 50 trabajadores en plantilla”. La experiencia no salió bien. “Querían absorber nuestro nombre, robárnoslo. Corté con ellos, y siguieron con otro nombre, porque el nuestro lleva registrado desde la época de mi abuelo”. Tras la decepción, y empezando de nuevo de cero, montan su propia fábrica de tres plantas en Illescas (Toledo) -la precursora de la actual en Esquivias-, en una región con gran tradición de trabajo de la madera (carpintería y ebanistería) por la presencia de industrias del mueble que habían entrado en esa época en declive. Corría el año 1994. Desde España podían cubrir el mercado mundial.

Tercer movimiento: vivace

Entrado el nuevo milenio, “llega la competencia china a España y nos arrasa de nuevo. Hice una alianza con ellos. En 2006 renovamos una fábrica de guitarras ya existente en Guangzhou, donde se concentran los ebanistas de muebles e instrumentos musicales chinos, al 50% con un socio sinoamericano. Tuve suerte. Metimos tecnología, la misma que tenemos aquí. Me anticipé a lo que venía. Aquí había antes 60 operarios y hacíamos toda la gama. Fabricábamos 20.000 guitarras al año. Ahora en China fabricamos la guitarra más económica, y en España la de mayor valor. Allí hacemos 20.000 guitarras económicas y aquí 4.000 caras. En total, exportamos a 128 países de los cinco continentes” a través de una cadena de más de 100 distribuidores.

Debido a la crisis económica, empieza a declinar mucho en Occidente la demanda de guitarra de alta gama. “Los dos mercados que veo con más potencial son Sudamérica, sobre todo Brasil, y Asia, donde me estoy centrando, pues ahí sí se invierten ahora 20.000 dólares en una guitarra. Participamos en la feria Music China en Shanghái. Junto a las otras dos ferias mencionadas, con ellas se logra cubrir todo el mundo. En Yakarta, tenemos una joint-venture con el fabricante coreano de pianos Samick, que quiere hacer guitarra clásica bajo la marca Samick by MR”.

La labor de promoción de la empresa la realiza en solitario Manuel Rodríguez, mientras su hermano Norman es el responsable del departamento comercial. “Entre ferias, visitas a mis clientes y misiones comerciales, estoy cuatro meses al año viajando por el mundo. Acudo a la Oficina Económica y Comercial de España en el país, donde me dan el listado de distribuidores, me cojo un taxi y los visito. Soy muy agresivo comercialmente y voy a muchos países nuevos. Me he metido en Vietnam, en Filipinas, donde no hay guitarras españolas. El mundo se hace pequeño”.

Cuarto movimiento: presto

“Cuando visito un país, me he dado cuenta de que ayuda mucho a las ventas que le regalemos al jefe de Estado, a una personalidad política, social o del mundo de la música una guitarra artesana en nombre de España. Regalar una guitarra no es un gasto. Es más barato que un anuncio en una revista especializada. Eso es marketing, es crear patria”. Hace cinco años iniciaron su campaña de obsequios a personalidades. “Al grupo Maná le regalamos guitarras este año pasado. En Brasil, el mejor concertista de Bossa Nova toca guitarras Rodríguez. Eric Clapton, Santana y Sting tienen guitarras nuestras. A lo mejor invierto en regalar guitarras 50.000 euros al año, pero nos da mucho prestigio”.

“Aquí hacemos 80 modelos de guitarras. No te puedes quedar estancado en hacer la típica guitarra clásica o flamenca. Hay que evolucionar, renovar el diseño de la guitarra. Elaboramos guitarras ecológicas, cuya madera proviene de bosques protegidos mediante certificación FSC (Forest Stewardship Council) a la que se le aplican barnices al agua como goma laca o nogalina. Me estoy metiendo mucho en ese campo, pues nos lo piden los mercados europeos y americanos, sobre todo Alemania. Estamos intentando meternos también en productos de ocio. El instrumento musical es un lujo, pero un lujo al que hay que dedicarle tiempo y esfuerzo. En las ferias de bienes de consumo hay productos de lujo, ¿por qué no la guitarra? Quiero probar en Dubái (Emiratos Árabes Unidos) y en EEUU”.

En plantilla hay otros dos lutieres aparte de él. “Mis hijos son de otra generación, más acomodada, y no van a proseguir la saga familiar: yo creo que en esta tercera generación la tradición va a morir. Hay dos multinacionales -una empresa coreana y otra indonesia- que nos quieren absorber. Lo estoy pensando. Nadie es imprescindible, salvo el alma de la empresa. El que nos compre tiene que mantener esta planta, porque es el I+D, la magia, la que crea el diseño, la que fabrica la guitarra elitista y la que alimenta la fábrica de China, que es la gran producción. Y, si China sigue subiendo mucho los precios, tendremos que traspasar la fábrica a Indonesia. Es como el estudio de Norman Foster. Contratan muchas empresas para hacer el edificio, pero el diseñador es Norman en su estudio en el Reino Unido con su reducido equipo. Esto es lo importante. Hay que asegurar el futuro, para que la marca continúe”.

Coda: adagio

Ese futuro pasa por mantener la producción de guitarras artesanales, que han pasado por manos como las de Joaquín Rodrigo, Andrés Segovia o Paco de Lucía. Su proceso de fabricación nos lo ha enseñado José Luis Cedillo, encargado general de la firma que se autodefine como responsable de la artesanía, el turismo y las visitas guiadas. “Algunas guitarras son obras de arte, por eso valen 14.000 euros. Se elaboran con productos muy caros y preciados y mucha mano de obra especializada: hay guitarras que llevan hasta un 90% de trabajo artesanal. La madera virgen llega desde 18 países tropicales a través de dos distribuidores –Maderas Barber en Paterna (Valencia) y Madinter en Colmenar Viejo (Madrid)-”. Ciprés, cedro, ébano, palo santo de India, palo santo de Madagascar, mongoy. “Tenemos secando al aire palo santo de Río de Janeiro del año 1963, de antes de que se prohibiera su comercialización en los años 70 del pasado siglo”.

Una cámara de secado controlada por ordenador consigue que la madera seque en 15 o 20 días. En serrería se ha modernizado el proceso, pero la montura y la terminación siguen siendo artesanales. “Hace unos 10 años encargamos a unos italianos la fabricación para nosotros de un pantógrafo, una máquina que automatiza el modelado de nuestros tres tipos de cabeza. Hasta hace poco se hacía con la tupí (o trompo de carpintería), lo que implicaba largas horas de trabajo y mucho peligro. Luego, una lijadora controlada por ordenador pule la madera de la cabeza a la perfección. Hay cosas que hacemos a mano como hace 100 años, porque no se pueden automatizar, como la doma de los aros o el atado para la unión de las cenefas. El trabajo de los mosaicos, de las plumas y los fileteados de la guitarra es pura marquetería. Se hace a partir de tulipier que proviene de Asuán, en Egipto, la misma madera con la que se hacen los papiros”.
JOAQUÍN NÚÑEZ